Un servicio invisible: la cuadrilla de Vía y Obra

» Un sujeto histórico de notable relevancia, pero casi totalmente invisible, en la historia del Trasandino, era la cuadrilla de Vía y Obra.

Tenía como objetivo controlar el estado de la infraestructura por la cual debía circular el tren, y resolver los problemas causados por la nieve y los derrumbes. Dado el carácter agresivo de la montaña, las vías del Trasandino estaban constantemente en riesgo, amenazadas por rocas de diverso tamaño y sobre todo, el manto blanco de la nieve que, al congelarse, tornaba la vía intransitable.

Dentro de los usos y costumbres del mundo ferroviario, se distinguían cuatro servicios principales, organizados en sus respectivas divisiones:

1) servicios centrales
2) explotación
3) material y tracción
4) vía y obras.

La división de servicios centrales se encargaba de las tareas de dirección, contabilidad y estadística. La división de explotación estaba a cargo de las estaciones y la composición y marcha de los trenes. La sección de material y tracción era responsable de los depósitos de material y talleres de reparación, a la vez que administraba el personal de maquinistas y fogoneros y los asuntos de tracción
en general. Por último, la división de vía y obras se ocupaba del mantenimiento de la vía, las reparaciones indispensables, estudios y proyectos. Cada una de las divisiones estaba a cargo de un jefe. Tanto en la sección de Tracción como la de Vía y Obras, el responsable debía ser un ingeniero y tenía bajo sus órdenes a un número variable de obreros para cumplir las tareas (Lossada, 1908: 244).

En el caso específico del Trasandino, la División de Vía y Obras cumplía un papel fundamental debido al carácter particularmente agresivo del medio.
Los derrumbes, avalanchas, nevadas y desplazamientos de materiales,
causaban constantemente la obstrucción de las vías férreas. Por lo tanto, era necesario un intenso trabajo para mantener el camino despejado y permitir la transitabilidad del tren. La división de Vía y Obras del Trasandino contaba con cuadrillas que debían estar constantemente en terreno. Los obreros recorrían a pie, diariamente,
el recorrido completo del Trasandino. Este ritual se cumplía todos los días del año, invierno y verano, en días de sol o bajo la lluvia; con temperatura moderada, o con 14º bajo cero. En las gélidas mañanas invernales, los esforzados trabajadores de la división de Vía y Obras, debían madrugar, levantarse de sus modestas camas en la estación Polvaredas y, tras un rápido desayuno, iniciar sus marchas junto a las vías.

Cuando se detectaba un obstáculo, se procedía a removerlo de inmediato, para evitar la acumulación del material y, sobre todo, el congelamiento. Con frecuencia se utilizaba el arado para despejar la vía de la nieve. El procedimiento requería de una técnica muy sofisticada pues, en manos torpes, el arado podía quedar adherido a la nieve y congelarse. La cuadrilla de Vía y Obras tenía que actuar rápidamente en estas tareas para evitar que el arado se quedara atascado y congelado en la misma nieve que estaba despejando. Tenía que golpear la nieve y retroceder rápidamente para evitar que se quedara congelado en el lugar.
Este tipo de problemas era compartido por los dos ferrocarriles trasandinos, el central y el del norte. En este último, uno de los operarios de Vía y Obras alcanzó a filmar el procedimiento de remoción de obstáculos mediante el arado. Obtuvo así un video artesanal de las tareas de despeje en alta montaña, en el cual se refleja la complejidad del trabajo que, durante cerca de un siglo, realizaron los silenciosos y eficaces encargados de Vías y Obras.»

» El Ferrocarril Trasandino » de Pablo Lacoste